martes, 15 de julio de 2014

MIL MANERAS DE MORDER EL POLVO




Cuando uno está enamorado le perdona todo a su pareja. Es consciente de sus defectos, de los errores que comete y de lo que al resto de la gente le puede repeler, pero al verlo tamizado por el filtro de los sentimientos no solo se le disculpa sino que llegas a ver el lado bueno de esas cosas, como rezaba en español la penúltima película del señor O´Rusell.

Algo parecido debe de suceder con nuestras particulares filias y fobias cinematográficas y así, a directores que suelen gozar del beneplácito de público y crítica, no les pasamos ni una mientras que a otros los defendemos hasta límites que no creeríamos más allá de Orion y de la Puerta de Tannhauser.

Seth MacFarlane es uno de esos autores a los que adoro y, por lo tanto, le perdono absolutamente todo. ” Padre de familia” me parece una de las series más hilarantes e irreverentes de la historia de la televisión. “American dad” y “El show de Cleveland” no llegan al alto nivel de la primera, pero mantienen un estilo propio y fácilmente reconocible, ideal para sus seguidores incondicionales. “Ted” me pareció un soplo de aire fresco en la cartelera de hace un par de veranos. Incluso su denostada conducción de la Ceremonia de los Oscars del año pasado me pareció divertida e ingeniosa. En definitiva, que me tiene cautivado y cuando supe que se estrenaba “Mil maneras de morder el polvo” empecé a sonreir sin fundamento. La gente me preguntaba si me pasaba algo, pero claro, no me parecía muy cuerdo balbucear “no, no, nada, nada, que Seth MacFarlane estrena película”, así que callaba y seguía mi camino restando importancia a mi desvarío.

Además se trata de una película del oeste, con escenarios, música y ambientación en general que parecen sacados de los clásicos westerns de los 50; el reparto incluye a Liam Neeson, Amanda Seyfried y Neil Patrick Harris además del propio Seth MacFarlane y una bellísima Charlize Teron. Los guiños y referencias cinematográficas y seriéfilas son constantes, como ya es habitual en la obra del joven creador, lo que te hace estar alerta para no perderte ni un solo gag y no dejar escapar interesantes cameos (quédense hasta el final de los títulos de crédito). En fin, que sigue fiel a su estilo y, aunque reconozco que en ocasiones se le puede ir la mano en lo escatológico y que tiene un punto chabacano y soez que resulta más excesivo en personajes reales que en dibujos animados, uno, que está enamorado y le perdona todo a su pareja, se sienta en la sala, empiezan a sonar los primeros acordes de una banda sonora típica del oeste, aparecen las majestuosas imágenes de unas montañas rocosas del far west  y siente cómo se le dibuja una sonrisa en la cara mientras en voz baja susurra como si se lo estuviera diciendo al oído al bueno de Seth: “ya estamos juntos otra vez, cariño”.