lunes, 10 de febrero de 2014

EL LOBO DE WALL STREET



El pasado día 8 de febrero un sobrino cumplió 20 años (14 mentales) y me comentó que por qué no había hecho ningún comentario sobre “El lobo de Wall Street”. Lo cierto es que se trata de una película magnífica que vi hace semanas, pero que Alfonso Asín ya comentó de maravilla en su blog habladecine.com y tal y como me sucede en otras ocasiones, no me apetecía nada repetir lo que ya está dicho y muy bien dicho. Sin embargo, ante una petición tan directa como la de Juan (con lo pesado que es, si no hago una reseña sobre esta película me dará la brasa toda su vida) y dado que ya ha pasado casi un mes desde su estreno, me voy a atrever a comentarla sin otro ánimo que matizar la crítica con el paso del tiempo y el poso que queda tras él.

Creo que el mejor resumen que se puede hacer de esta película es compararla con un viaje en la Aerosmith Roller Coaster, la vertiginosa montaña rusa a la que el famoso grupo de rock da nombre en Eurodisney (parecida al Furius Baco de Port Aventura). Te montas, te atas con los arneses de rigor y con el primer alarido de Steve Tyler pasas de 0 a 100 en tres segundos para comenzar una sucesión de giros, loopings, caídas imposibles, rizos y nudos que hacen que te sientas como un maravilloso muñeco con el que la atracción se ceba haciéndole disfrutar de lo lindo, todo ello con un tema del grupo taladrándote los oídos.

Martin Scorsese, uno de los mejores directores de la historia del cine (Taxi driver, Toro Salvaje, Casino, Uno de los nuestros y tantas otras) consigue con “El lobo de Wall Street” provocarnos lo mismo a nivel audiovisual narrando el nacimiento, auge y caída de un bróker que, aunque parezca mentira por las barbaridades que ves en pantalla, está basado en una historia real.

Los elementos que rodean la vida de este exitoso individuo recogen todos los vicios imaginables: sexo, drogas, corrupción, despilfarro, alcohol, mentiras, en definitiva excesos por doquier que ayudan a que Scorsese, con su excelente manejo de cámara imprima un ritmo frenético a la historia y te mantenga durante las tres horas de metraje atenazado en la butaca.

Otro de los aciertos de este brillante film está en el reparto. Leonardo di Caprio realiza una actuación sobresaliente, demostrando que es un actor que parece no tener límites, pero no es el único. A su lado está el omnipresente Matthew McConaughey con quien comparte una única escena que vale su peso en oro, Jonah Hill que sabe alternar agradables comedias desenfadadas y sin pretensiones con trabajos de enorme calidad como este que le ha proporcionado su segunda nominación al Oscar, Rob Reiner cuyos diálogos merece la pena grabar y repetir hasta la saciedad, Margot Robbie con la que seguro que mi sobrino ha soñado alguna que otra noche, Kyle Chandler dando vida al reverso luminoso de Di Caprio y convirtiéndose en el representante de todos los que vivimos una normalidad alejada del desenfreno permanente de este antihéroe que es Jordan Belfour, y algún otro que no menciono por no hacerme interminable.

En definitiva, Juan. Que no me extraña que te encantara esta película en la que inmersos en semejante vorágine, apenas se nota que se bate el record mundial del empleo de la palabra “fuck”. Un mes después todavía tengo grabadas en mi memoria muchas escenas, diálogos y situaciones que presiento que pasarán a la historia (ahora ya es tarde, pero cuando cumplas los 21 trataré de prepararte una fiesta sorpresa como la del yate). Y ya que he mencionado la crítica de Alfonso en habladecine, (haz el favor de leerla ahora mismo)  seguro que me permite que cierre este comentario copiando un poco de su talento y es que me lo pasé tan bien durante su visionado, disfruté tanto durante las tres horas de duración que “no quiero olvidarla, no debo olvidarla, no puedo olvidarla”

2 comentarios :

  1. No comento nada de la película, por la sencilla razón de que no la he visto. Ahora bien, si tu sobrino te raja no me quedará otro remedio que ir a testificar en su favor.

    Fdo: No-único testigo.

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  2. Me lo temía. Tú y tu escrupuloso sentido del deber, Rafa. Menos mal que ya he buscado otras coartadas

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