La idea original de este blog era hablar de futbol, cine y
literatura desde un punto de vista muy particular, compartiendo sentimientos
personales y sensaciones íntimas porque al fin y al cabo los lectores se
presuponen amigos y conocidos a los que no me importa mostrar mi alma desnuda.
Luego han sido la querencia, los hábitos y el entorno los que han conducido el
contenido fundamentalmente hacia el terreno cinematográfico. Pero eso no quita
para que, en ocasiones señaladas, reconduzca estas líneas y regrese
momentáneamente al cometido inicial.
Hoy es una de esas ocasiones. Es
14 de febrero. Es el primer cumpleaños de mi tía Pilarín sin ella. Nos dejó
hace pocos meses y es de esas ausencias que te dejan un vacío especial porque
ella era muy especial como demuestran un par de anécdotas
que quiero compartir.
La primera sucedió unos meses
antes de casarme. Acompañado de la que entonces era mi novia y de su madre, fui
al piso de San Pedro Nolasco para que conocieran a la famosa Tía Pilarín de la
que tanto les había hablado. Después de tomar un café y de charlar durante un
par de horas que sirvieron de presentación familiar nos dispusimos a
marcharnos. La tía nos acompañó hasta la puerta del ascensor y casi cuando se
estaban cerrando las puertas le dijo todo seria a mi futura suegra: “!Anda!
¡Qué morro vais a poner con este chiquillo!”. De estas hubo muchas porque mi
tía Pilarín era graciosa, divertida, con un humor muy especial que no todo el
mundo le pillaba. Pero daba gusto estar a su lado. Te hacía sentir muy bien y
eso le hacía ser una compañía deseada por todos.
La segunda pasó a principios de
1995 cuando la empresa para la que yo trabajaba entonces decidió despedir a las
4 personas que formábamos la plantilla. En un principio yo estaba tranquilo,
seguramente porque mi ingenuidad no me dejaba ser consciente de lo grave que
podía llegar a ser esa situación. Una tarde fui con mis padres a ver a mi tía y
a mis primas y, en un momento dado se las ingenió para quedarse a solas conmigo
en el balcón que daba a la plaza. “¿Qué tal estás, prenda?” me preguntó con un
gesto sombrío y preocupado que había permanecido oculto toda la tarde. “¿Qué
vas a hacer ahora?”. Comprobé que estaba más preocupada que yo e intenté
tranquilizarla contándole que tenía previsto aprovechar los meses de paro para
acabar la carrera y dar clases de tenis por la tarde; que en principio no iba a
tener problemas y que iba a tratar de sacar partido de la situación. Creo que
la convencí porque todos los nervios que había escondido hasta entonces
estallaron en forma de lágrimas y sollozos y entrecortadamente me juró que
mientras ella viviera yo no pasaría apuros. Mi tía Pilarín era una persona muy
generosa, desprendida y protectora con los suyos. Y con un corazón que no le
cabía en el pecho.
En este blog es habitual que os
hable de actores y directores que brillan por el extraordinario legado
artístico que nos dejan. Permitidme que hoy haya rendido homenaje a otro tipo
de estrella. A una mujer a la que he querido como quizás no fui capaz de
demostrarle. A toda una señora que ha dejado un legado más valioso que las
joyas cinematográficas de las que suelo hablar. Ha dejado a mis dos
maravillosas primas y sus cuatro estupendos nietos. No hay “Cantando bajo la
lluvia”, “Pulp fiction” ni “¡Qué bello es vivir!” que mejore ese reparto.
Jolines has escrito de una manera que llega al corazón y hace que se me salten las lagrimas.......además yo también la conoci...............
ResponderEliminarMuchas gracias, Andaba Xey. Desde luego que está escrito con el corazón y como la conocías sabrás que lo que digo es cierto. Seguramente todos los que la conocímos podríamos contar varias anécdotas de esta índole
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