sábado, 17 de agosto de 2013

ARRANCA LA LIGA

Dos meses y medio después de que se culminara el desastre al que nos lleva conduciendo desde hace años la pésima gestión del señor Agapito Iglesias, el Zaragoza iniciará esta tarde su carrera para intentar recuperar un lugar en la primera división. Pero parece que el panorama no es nada alentador. Cada día que abro el periódico compruebo con cierto estupor que los jugadores se marchan a pares. Confieso que esta pretemporada, sumido en la decepción, no he seguido los movimientos de fichajes como habitualmente y tendré que esperar a que ruede el balón para valorar el estado de la plantilla y de su entrenador, pero sigo pensando que con un máximo mandatario empeñado en conseguir alguna compensación por aquello que inicialmente se le prometió y que finalmente la situación económica actual le negó, poco podremos esperar a nivel deportivo. ¡Ojalá me equivoque!
Los descensos siempre me provocan una reflexión que entiendo tiene un puntito de partidista. ¿Por qué los jugadores pueden marcharse dejando el barco hundido? Quiero decir que por muy crack que seas, si eres más o menos responsable de haber llevado a tu equipo a segunda, deberías tener la obligación de quedarte y trabajar para restaurar el daño causado. ¿Qué sentido tienen entonces las lágrimas de Roberto, Postiga, Apoño, Edu Oriol, Loovens, Zuculini, etc, etc si, en el fondo, les da igual porque ya están pensando en un destino mejor? Por eso es tan importante contar con jugadores de casa que sientan los colores y cuyas lágrimas sean sinceras. Con Cani, Zapater, Generelo, Soriano, Corona y otros que no querría olvidarme, quizás estaríamos esperando esta noche al Getafe, al Español o al Atleti y no al Hércules, con todos mis respetos.
Este año no he renovado el abono como protesta a la gestión de Agapito,( que, por cierto, si no me equivoco aún no ha hecho públicas las cifras de las bajas que ha sufrido el club y los socios que aguantan marea) pero eso no significa que esta tarde a las siete no vaya a estar frente al televisor con los nervios a flor de piel y un gin tonic en la mano. ¡Vamos Zaragoza! ¡Oe, maños, oe!

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